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¿Cómo definir la Técnica Alexander?

¿Cómo definir la Técnica Alexander?

Como profesor de la Técnica Alexander, ésta, es una pregunta que siempre está vigente, que nunca termina de responderse. Desde las primeras clases que tomé, pasando por mi formación y hasta la actualidad, existe en mí la necesidad de encontrar maneras de definirla, de encasillarla en un concepto y de convertirla en una oración de fácil entendimiento. Debo reconocer que la tarea de sintetizar y acotar, dentro de una definición, todo lo que la Técnica Alexander comprende, desde ya, una tarea destinada a fracasar.

Entonces, ¿cómo explicar esta Técnica y sus beneficios a quien nunca ha oído hablar de ella?

Hacer vs. No Hacer

Generalmente, de manera casi automática, cuando queremos solucionar algo, sea un dolor, una preocupación, un problema, etc, queremos desesperadamente “hacer” algo. El pasar por situaciones de incomodidad, dolor, enfermedad, angustia, nos confronta con el deseo profundo y concreto de sacarnos de encima aquello que molesta. Es por ello que, para cada nuevo desafío, recurrimos a diferentes “soluciones”. Como hay algo que debe ser solucionado, eliminado, extirpado, recurrimos a infinidad de elementos y disciplinas que seguramente colaborarán en que la molestia se disipe: tomamos el paracetamol para eliminar el dolor de cabeza; hacemos una terapia corta que nos quite la ansiedad; o contratamos un masaje que elimine por al menos unos días las contracturas que no cesan de aparecer en nuestra espalda. Son, en verdad, magníficas soluciones, que se basan casi exclusivamente en un acto o acción concreta de una cosa o de un tercero sobre nosotros. Por supuesto que los beneficios son muchos y es por eso que las terapias, los medicamentos y todo aquello que mitigue el malestar es, hoy en día, valorado y consumido a gran escala.

¿Qué sucedería si en lugar de querer “hacer” algo específico para aliviarnos, aprendiéramos a “deshacer”, a soltar aquello que nos genera molestia y lográramos descubrir las causas psicofísicas que lo originan?

Por medio de la Técnica Alexander podemos aprender a detectar todo lo que consciente o inconscientemente “hacemos” y a partir de allí aprender a desarticular el acto, desarmar la acción repetida, inconsciente y automática y dar un nueva dirección a aquellos actos que, sin pensar, realizamos a diario. Acciones y hábitos que hacen que nos auto generemos dolores, contracturas o sobreesfuerzos.

Al estar dentro del ámbito educativo, no específicamente terapéutico, no solo conseguimos aprender a descubrir las causas que detonan el malestar, sino que logramos eliminarlo, con mayores probabilidades a que la molestia no regrese.

Aunque parezca mentira, antes que  descubrir las causas y “deshacer” nosotros mismos los orígenes de aquello que nos inquieta, generalmente preferimos que alguien lo haga por nosotros, pero ¿a qué costo?¿cuál es la duración de la supuesta solución?¿cuándo tendré que volver a acudir al terapeuta o al masajista?¿llegará el momento en que pueda aprender a “usarme” de una manera más efectiva, haciéndome responsable de mí mismo?

Somos un organismo Psico-Físico

Desde diversas religiones y a partir de la psicología moderna, concebirnos como un ente conformado por un cuerpo y una mente (y/o alma) es indiscutible. Con el auge de las filosofías orientales en occidente, y la expansión de las corrientes espirituales de la llamada New Age, la tendencia a tomar en cuenta los pensamientos en relación a los efectos sobre el cuerpo, ha ido en aumento y reconocemos que existen posibles causas mentales a ciertos padecimientos físicos.

En este sentido, la Técnica Alexander, de alguna manera, da un paso más allá, considerándonos como una organización dotada de un cuerpo y una mente pero que de ninguna manera puede ser dividida. Esta unidad indivisible hace que todo lo que suceda en la mente tenga su correlación en el cuerpo y viceversa. Como seres psico-físicos tenemos experiencias que son a veces más físicas, como practicar un deporte y otras veces más mentales, como redactar un artículo. Sin embargo, no existe, bajo esta teoría, ninguna posibilidad en que la correlación cuerpo-mente deje de suceder. Ante un hecho físico, como puede ser un movimiento determinado, un dolor, una liberación muscular, etc, habrá una inmediata consecuencia a nivel mental y/o emocional, y del mismo modo, un pensamiento, una idea, una emoción dada serán origen de un efecto a nivel físico.

La Técnica Alexander interviene justo en esta interrelación cuerpo-mente, haciéndonos conscientes del inmenso campo de posibilidades que tenemos al momento de decidir cómo movernos o cómo pensar. Es un proceso educativo en todo el sentido de la palabra. Aprendemos aquello que hemos olvidado, y que, en su mejor forma, traíamos al nacer: una estructura físico-mental óptima para la vida y que con los años hemos perdido en gran medida.

“No puedes hacer algo que no conoces, si continúas haciendo lo que conoces”

Este aforismo corresponde a F. M. Alexander (1869-1955), el creador de la Técnica, y se refiere a que, como animales de costumbre, actuamos de manera automática y que frente a los estímulos responderemos del modo en que estemos habituados. Frente a un acción habrá una reacción conocida, frente a un estímulo determinado habrá una respuesta casi automática.

La Técnica Alexander se sitúa en ese espacio que existe entre un estímulo y una respuesta, vale decir que, aprendemos a detectar el momento previo a la acción habitual. ¿aprender esto de qué manera concreta nos beneficia?  Si somos capaces de darnos cuenta que, frente a un estímulo, podemos detenernos antes de reaccionar automáticamente, podremos permitir que una nueva acción suceda, una acción no tan conocida ni habitual. Por ejemplo, cuando logramos tomar consciencia del esfuerzo que realizamos para una determinada actividad estamos dando el primer paso para que los cambios sucedan y lograr involucrar solamente aquella musculatura que es necesaria para ese acto. Es muy común ver músicos instrumentistas tocando con excesivo esfuerzo; cantantes tensando la caja torácica, cuello y mandíbula por demás; profesionales cuyos días transcurren en una oficina frente a una computadora a costa de mantener una tensión permanente en sus espaldas y hombros; o docentes que, a causa del sobre esfuerzo vocal diario, han perdido casi totalmente su voz.

Todos, de alguna u otra manera, nos encontramos dentro del enorme grupo de personas que a diario ejercemos actividades con dolores, molestias y contracturas, y no sabemos cómo romper con este círculo vicioso.

Los medios vs. los fines

Vivimos en un mundo y en un momento de la historia en el que pareciera que lo único que importa es cumplir con las exigencias de la vida diaria, superar nuestros logros a cómo dé lugar, avanzar, ser exitosos, producir y hacer. No importa de qué manera, no importan los medios. Lo que se presenta como realmente importante es lograr el resultado sin analizar en profundidad los “cómos” para lograrlo.

Si nos tomamos tiempo para observar todas las actividades, físicas o mentales, que realizamos a diario, veremos que en casi todas ellas hay objetivos implícitos que no dan lugar a que nos detengamos a examinar los medios con los cuales lograr dichas metas.